LA PESCA

AL VUELO DE UNA COMETA

Juan Camilo Segura Escobar

Al norte de Colombia, al sureste de México y en la Islas Salomón se practica, como una coincidencia que surge por la observación del mar, del viento y del vínculo que para las culturas asiáticas y polinesias crea una cometa entre los dioses y los humanos, una forma de pesca que asombra por sus coincidencias a pesar de la distancia.

Tanto en Bocas de Ceniza, al norte de Colombia; en el Golfo de Tehuantepec, sobre el océano Pacífico al sureste de México, y en las Islas Salomón, en Oceanía, la pesca con cometa es un hábito compartido que demuestra cómo la intuición y su sabiduría son comunes en tres puntos del planeta tan lejanos que trazan la versión geográfica y kilométrica de un triángulo escaleno, y se encuentran por la semejanza de un hallazgo que los relaciona.

El punto de partida para este proyecto surgió cuando descubrí en 2007 la pesca con cometa en un lugar emblemático de Colombia, Bocas de Ceniza, por ser el punto donde desemboca el río Magdalena luego de cruzar 1500 kilómetros desde su nacimiento en el sur del país hasta el mar Caribe.

“Al revisar la bibliografía sobre la utilización de este método de pesca, encontré que los pueblos huaves, en México, cuando cuentan con brisas favorables también utilizan papalotes para amarrar la red de pesca y adentrarla de esta manera en el mar; esta breve descripción es el indicio de una técnica que aunque parecía perdida en la historia aún sigue viva en distintas latitudes”, escribí en el catálogo de mi exposición En Bocas de Ceniza sí entran moscas (2011), una serie fotográfica sobre los pescadores que utilizan la cometa en el lugar.

Los huaves, ubicados al sur del estado de Oaxaca, sobre el océano Pacífico, y los pescadores de Bocas de Ceniza, fueron la primera coincidencia que encontré de la pesca con cometa en un mapa que se iría ampliando durante mi investigación.

El tercer punto serían las Islas Salomón, donde los pescadores usan cometas hechas con hojas de plátano sobre un soporte de varas de caña y utilizan un anzuelo desconcertante: el hilo de una araña de la región, recubierto por una sustancia tan pegajosa que atrapa a los peces cuando lo muerden.

Esta práctica milenaria, que posiblemente se inició en Manila y también se ha registrado en Papúa Nueva Guinea, cerca de las Islas Salomón, hizo que me propusiera realizar una memoria visual y escrita de tres culturas distintas, que demuestran cómo se refleja en cada una de ellas la experiencia humana.

Un proyecto que pongo a su consideración para financiarlo ya que abarcaría al menos seis meses durante los cuales conoceríamos a profundidad con mi equipo de trabajo a cada una de las comunidades que seleccioné por sus peculiaridades geográficas y para desarrollar tanto el testimono visual como antropológico y escrito que serían recogidos en un libro.

En esta aventura trabajaría con el antropólogo Yago Quiñones Triana y el escritor Hugo Chaparro Valderrama.